Hace algunas semanas escribí un artículo en el que planteaba que los fabricantes de PCs que quieran triunfar deberían crear sus propios sistemas operativos:
No se trata sólo de que Apple sea distinto a los demás fabricantes de ordenadores. Es que Apple es el único que puede ser diferente, porque es el único que tiene su propio sistema operativo. Parte de la mentalidad de rebaño extendida por toda la industria es la idea de que nadie más puede crear un sistema operativo — que cualquier puede fabricar un ordenador, pero sólo Microsoft puede crear un sistema operativo. A empresas con enormes recursos económicos como Dell y Sony les debe resultar embarazoso no tener más remedio que vender ordenadores con la misma versión de Windows que va instalada en ordenadores de marcas totalmente desconocidas.
El hardware y el software son igualmente importantes, y la trayectoria de Apple demuestra que hay buenos argumentos a favor de la creación de hardware y software integrados. Pero si alguien me pregunta qué es más importante, no dudaría en decir que es el software. Y pensándolo bien, preferiría mil veces un PC que funcione con Mac OS X a un Mac que funcione con Windows.
Creo que todos estamos de acuerdo en que Microsoft ve las cosas de igual modo (en el sentido de que el software es más importante). Tienen a los fabricantes de PCs totalmente sometidos.
La crítica más frecuente que recibí a mi anterior artículo fue el siguiente argumento: Nadie quiere un mundo con más sistemas operativos. Sería una pesadilla en términos de compatibilidad. Ya lo vivimos en los primeros tiempos del ordenador personal, y era un desastre.
Tengo dos cosas que responder a eso. En primer lugar, puede que fuera un desastre, pero era un hermoso desastre. Era maravilloso. Era divertido. El Apple II, el IBM PC y DOS, Commodore, Atari, Acorn. El TI-99/4A.
En segundo lugar, no estamos en aquella época. El mundo es un lugar muy distinto hoy en día.
En aquella época, antes de que DOS echara del mercado a la mayoría de los sistemas de la competencia, la interoperabilidad y el intercambio de datos eran como mínimo difíciles, y con frecuencia imposibles. Los datos se almacenaban en formatos de archivo incompatibles dentro de discos flexibles incompatibles[1. Si es que tu ordenador tenía unidad de discos flexibles. Algunos, como el TI-99/4A, solían usar cintas de casete. ¡Cintas de casete!] mediante aplicaciones incompatibles que eran compiladas para arquitecturas de CPU incompatibles. Incluso más adelante, durante los 80, cuando los sistemas de redes se convirtieron en algo habitual (al menos en el mundo empresarial) los protocolos de red eran sistemas cerrados.
Así era el mundo en el que DOS triunfó. Haciendo que todos usaran DOS todos podían compartir sus archivos de WordPerfect y Lotus 1-2-3, aunque fuera únicamente compartiéndolos en discos flexibles. Así que DOS se hizo con más usuarios, y a causa de tener más usuarios se hizo con más desarrolladores, y de nuevo, a causa de tener más desarrolladores, se hizo con más usuarios.
Actualmente tiene lugar un ciclo de retroalimentación parecido con el iPhone, si bien mucho menos engorroso. El monopolio de DOS/Windows se hizo cada vez más inexpugnable porque se trataba de una plataforma que obligaba a sumarse a ella para poder participar.
Las cosas no son de ese modo hoy. Es cierto, hay enormes mercados empresariales en los que Windows sigue siendo esencial. Pero la Web es una plataforma mayor que Windows. La Web es universal. Todos los ordenadores forman parte de la Web. La Web nos proporciona un conjunto de software y APIs básicas que funcionan en todas partes.
Supuestamente, Google desvelará mañana información detallada sobre su sistema operativo Chrome OS, pero ya sabemos algo sobre él: se ha diseñado en torno a la noción de que la Web es actualmente la plataforma de software más importante del mundo.
Pero la semana pasada llegaron noticias de otra iniciativa parecida emprendida por una empresa mucho más pequeña que Google: el Litl (se pronuncia igual que la palabra inglesa “little”—pequeño) — un “webbook” de 700 dólares (unos 470 €). Si no lo habéis visto, echadle un vistazo a su sitio web — los vídeos de la página de soporte son la mejor presentación de su interfaz de usuario. Resulta fascinante por varias razones. Es sorprendentemente sencillo. Y lo que es más importante: es nuevo de verdad. No sé si Litl tendrá éxito — 700 dóalres parece un poco caro para este producto cuando puedes comprar un MacBook por 999 dólares, y el modo caballete me parece una función algo innecesaria y forzada sin tener una pantalla táctil — pero los responsables del Litl merecen una gran apreciación simplemente por haber tenido las agallas de hacer algo así, de decir, oye, quizá en 2010 los ordenadores puedan aportar algo mejor que una experiencia de usuario que básicamente no ha cambiado desde el Macintosh original de 1984.
Si una pequeña empresa de reciente creación puede crear el Litl, ¿por qué no va a poder hacerlo una gran empresa como Dell o Sony? Hoy en día la gente sigue enamorada de las calculadoras que HP fabricó hace 30 o incluso 40 años. ¿Ha hecho HP algo durante esta década de lo que alguien guarde un bonito recuerdo dentro de cinco años? ¿Impresoras de inyección de tinta?
Si Palm puede crear WebOS para ordenadores de bolsillo — con su cliente de correo electrónico, su aplicación de agenda, un navegador web y un kit de desarrollo — ¿por qué estas otras empresas no iban a poder hacer algo equivalente para los ordenadores normales? Lo complicado que tiene lo que ha hecho Palm con el sistema WebOS es conseguir un rendimiento aceptable con un procesador de teléfono móvil.
A estos fabricantes de PCs nos les faltan recursos financieros ni oportunidades. Lo que les falta es ambición, iniciativa y pasión por el buen software y por conquistar nuevos límites. Están muy ocupados cavando su propia tumba.