Es la segunda película de la saga (va después de Dr. No). La vi anoche por primera vez en mucho tiempo. Qué buena es. Contiene pocas tonterías; está repleta de estilo y magníficos detalles, incluyendo material rodado en el Estambul de principios de los 60. La trama gira en torno a una máquina de códigos de fabricación rusa y un posible desertor (que, por supuesto, es una tía buena), sin absurdos argumentos sobre la destrucción de la Tierra o la civilización occidental.
No sólo se trata del James Bond por excelencia, sino quizás del mejor Bond — divertido y nada cursi; una película de espías, no de acción.