Craig Hockenberry escribía lo siguiente en Julio de 2009:
Necesitamos mejores normas que definan el tipo de aplicaciones permitidas en el App Store: el texto de la sección 3.3 del acuerdo de licencia es demasiado impreciso.
Es bastante posible que el equipo legal de Apple prefiera manejar casos poco habituales según surjan. Pero un sistema así no podrá crecer y su coste superará rápidamente los beneficios. ¿Cuántos abogados harán falta cuando haya un millón de aplicaciones en el App Store? […]
Como desarrolladores para el iPhone, tenemos una empresa que toma estas decisiones: Apple. La falta de transparencia en su proceso de toma de decisiones hace que nos resulte imposible saber qué es aceptable y qué no lo es. Por lo que sabemos, la normas podrían estar siendo inventadas (y cambiadas) sobre la marcha.
Este año parece haber menos rechazos inexplicables por parte del App Store que el anterior, pero el principal problema sigue siendo la incertidumbre. Pensad en la aplicación de Mark Fiore con caricaturas políticas que ha sido noticia esta semana. Si Apple tiene la norma de no permitir sátira política en el App Store, sería algo lamentable. Si no es la norma de Apple, y un revisor del App Store rechazó la aplicación de Fiore de forma indebida, es lamentable. De las dos formas, algo lamentable está pasando. Pero peor que cualquier cosa que tenga que ver con este caso concreto es la situación general: no lo sabemos.
Puede que Apple piense que tiene algo que ganar al no publicar sus verdaderas normas, porque la situación actual les deja una enorme capacidad de decidir caso por caso. Pero, como ya he dicho antes, lo que Apple pierde son aplicaciones para iPhone OS que nunca llegan a hacerse por parte de programadores que no están dispuestos a jugársela. Recordad: cuanto más esfuerzo se dedique a implementar una aplicación para el App Store, mayor será el riesgo de que ese esfuerzo caiga en saco roto si resulta que incumple una de las normas que Apple no ha hecho públicas y que hasta le fecha son desconocidas. Cuanto más trabajo requiera una aplicación, mayor será la posibilidad de que no llegue a crearse si sus expectativas de llegar a publicarse son inciertas — y las mejores ideas suelen ser las que requieren más trabajo.
Pensad en esto: no hay nada en el Acuerdo de Licencia de Desarrolladores del iPhone que mencione las palabras “personajes públicos” o “ridiculizar”, pero la primera nota de rechazo enviada a Fiore le informaba de que la aplicación había sido rechazada porque “posee contenidos que ridiculizan a personajes públicos”.
Hay dos vertientes muy distintas de opinión sobre el App Store1. Una de ellas sostiene que no debería haber reglas basadas en el contenido. Creo que Wil Shipley es quien mejor ha expresado esta forma de pensar:
Llamadme defensor del libre mercado, pero creo que Apple debe tener unas normas bien concretas sobre la aprobación de aplicaciones en el App Store, y debería ser la siguiente:
- Publicar todo el software enviado a Apple, siempre que ese software no sea ilegal o perjudicial para los usuarios, y que no incumpla los acuerdos de Apple con las operadoras de telefonía móvil.
- Punto final.
La otra vertiente afirma que está bien que el App Store tenga normas precisas — gestionar el App Store más como las plataformas de consolas de videojuegos que como un ordenador — pero que esas normas deben ser públicas y sin ambigüedades. Cuando aparezcan zonas grises imprevistas, Apple debería tomar una decisión y después dejar las normas claras. Cuando Apple cambie de opinión, debería volver a cambiar las normas en consecuencia.
Por si no había quedado claro, me podéis considerar como defensor de esta segunda vertiente. Mi postura al respecto es tan pragmática como filosófica, en tanto que la primera vertiente de pensamiento jamás se va a salir con la suya. Puede que sus defensores tengan razón — hay que decir que Shipley no está planteando sólo que Apple debería hacer esto porque sea moralmente correcto, sino porque sería bueno económicamente para Apple y a largo plazo para el mercado — pero Apple tendrá que espabilarse si quiere un App Store con un control férreo.
Creo que entiendo lo que Apple intenta hacer con el App Store, y el potencial para la empresa es enorme. Están dando forma a un nuevo territorio entre las consolas de videojuegos (un control férreo de los contenidos y de la experiencia) y los ordenadores (gran cantidad de programas, abiertos a cualquier programador). Pensad en el iPhone y el iPad como consolas de aplicaciones (pensad también en la posibilidad de que aparezca un Apple TV totalmente nuevo basado en iPhone OS. ¡Aplicaciones para la tele! Usando iPhones e iPads como controladores).
Hay un punto ideal en el que Apple consigue maximizar su control y su posición frente a los desarrolladores — no uno de los dos aspectos, sino ambos. El control extremo resulta, por sí solo, ofensivo a muchos “desarrolladores”, en general. Pero es la ambigüedad de las normas del App Store lo que está perjudicando la posición de Apple entre el colectivo de desarrolladores del que se debería preocupar Apple — los desarrolladores interesados en crear aplicaciones para una plataforma de gran calidad y muy controlada.
Hacer que las normas sigan siendo secretas puede que le facilite las cosas a Apple, pero está debilitando la plataforma. La claridad es una señal de fortaleza. Si los directivos de Apple quieren un control férreo, deberían aceptar la cantidad de trabajo duro que conllevaría gestionarla de forma transparente.