Hace cuatro meses, al terminar la conferencia inaugural del WWDC, pude ver a Steve muy de cerca.
Parecía envejecido. No envejecido de una forma que pueda medirse en años o décadas, sino envejecido de una forma que parecía imposible. Cansado no, pero sí quemado; no enfermo o indispuesto, sino más bien erosionado. Pero sus ojos no. Sus ojos parecían juveniles y despiertos, conservaban intacta su intensidad letal. Su jersey tenía un aspecto gastado, y sus vaqueros tenían el dobladillo algo deshilachado.
Pero lo que me llamó la atención fue su calzado, sus famosas New Balance 993s de color gris. También tenían un aspecto gastado. Pero además tenían manchas recientes de hierba, de un verde vivo, por todo el contorno de las suelas.
Aquellas manchas de hierba hicieron que me planteara muchísimas preguntas. ¿Cómo se las hizo? ¿Cuándo? Parecían recientes, de dos o tres días como mucho. La preparación de una conferencia de Apple es notoriamente intensa, cosa nada sorprendente. Pero no tan intensa, según sugerían aquellas manchas, como para absorber al completo el día a día de Jobs. No hay hierba en Moscone West.
Seguro, se apresuraba mi mente a deducir, seguro que tiene más de un par de ese modelo de zapatillas deportivas. Podría permitirse comprar la fábrica que las produce. ¿Por qué llevar este par, con aquellas manchas de hierba, durante una aparición pública como aquella, tan poco habitual y de semejante categoría? En mi opinión, ni se dio cuenta ni le importó. Uno de los muchos talentos de Jobs era que sabía a qué cosas prestar atención. Sabía centrarse y priorizar su tiempo y su atención. Unas manchas de hierba en sus zapatillas no eran importantes.
Anoche, ya muy tarde, horas después de que supiéramos que nos había dejado, mi mente me devolvió a aquellas manchas de hierba en sus zapatillas que pude ver en junio. Ahora es cuando comprendo por qué me llamaron la atención. Aquellas zapatillas manchadas de hierba eran la consecuencia de un tiempo escaso bien invertido. Así que esta es la historia que me he contado a mí mismo:
Me gusta pensar que, en las fechas previas a su última conferencia, Steve reservó tiempo para dar un buen paseo, un paseo largo y tranquilo. En algún sitio de gran belleza, donde no hubiera senderos y la hierba pudiera crecer libre. Con su mujer y su familia, cogidos de la mano, con el sol tras ellos, una sonrisa en sus caras, sus corazones llenos de amor, reconciliados con el destino.