Rod Begbie contraataca en sus comentarios sobre Mockingbird:
Si cargas la aplicación, podrás ver barras de scroll y una estructura de navegación hechas a medida, una falta total de accesibilidad, controles distintos a los habituales, y todo tipo de cosas que hace que los entendidos odien Flash. ¿Qué beneficio aporta para el usuario final que esta aplicación esté hecha en JavaScript en lugar de Flash? ¿Ganarse el apoyo del 0,000001% de usuarios de la web que no tienen instalado Flash? (Y no creo yo que Richard Stallman vaya a necesitar crear muchos prototipos de diseño).
La definición que Gruber da de una “verdadera aplicación web” y la mía difieren enormemente. Pista: si es completamente imposible de usar con el navegador Safari del iPhone, no importa que esté creada con JavaScript, Flash o Microsoft Visual Fortran 2012. No es una “verdaddera aplicación web”.
Creo que tiene cierto mérito emplear una plataforma web abierta que no está bajo el control de una única empresa, como ocurre con Flash. Es un mérito a nivel práctico, no sólo filosófico. Nadie puede hacer reenes a HTML5/CSS/JavaScript. Tras cargar Mockingbird en Safari 4 (sin tener otras ventanas del navegador abiertas), el uso de CPU por parte de Safari vuelve a caer a 0. Por ejemplo con Balsamiq — una aplicación Flash del mismo estilo que Mockingbird — el uso de CPU por parte de Safari nunca baje del 4 por ciento, incluso cuando la aplicación está inactiva.
Pero Begbie tiene razón. En Febrero escribí esto sobre Cappuccino:
Sigo creyendo que crear aplicaciones web que se asemejan y comportan como falsas aplicaciones de escritorio no es la forma correcta de hacer las cosas, aunque si puede haber alguien que demuestre que me equivoco en esto, posiblemente sea esta gente.
Me da la sensación de que “aplicaciones web” no es el término apropiado para describir aplicaciones como Mockingbird, si bien no estoy seguro de qué término sería más correcto. ¿“Aplicaciones web de escritorio”?