Lo digo sin sarcasmo; estoy disfrutando de la opinión de Thurrott sobre el iPad. Encontré esta observación especialmente interesante:
Aún es menos evidente por qué íbamos a querer aprender un nuevo interfaz de usuario. Los teléfonos, por naturaleza, son fáciles de usar y están limitados por el tamaño de pantalla. Los portátiles, por supuesto, ofrecen pantallas más grandes y mayor potencia. Pero el iPad introduce un interfaz nuevo, uno basado en el del iPhone, por supuesto, pero diferente y más avanzado (y complejo). No tan avanzado y complejo como un PC, quizás. Pero distinto del iPhone y del portátil.
El argumento inicial que defiende Thurrott, algo así como “Partamos de algo que el usuario ya conozca”, parece apropiado, y en muchas ocasiones es el enfoque correcto. Es el mismo argumento a favor de que el software para Mac parezca de Mac, y el software para Windows parezca de Windows. Pero si uno se impone la limitación de partir de algo conocido, entonces la vanguardia tecnológica nunca podrá dar un gran salto. Este tipo de pensamiento es el motivo de que los ordenadores tablet de Microsoft funcionen todos con Windows 7.