El pasado Diciembre concluí de la siguiente forma mi artículo sobre lo que esperaba del futuro tablet de Apple, que aún no había sido presentado:
Si creéis que el Tablet no es más que un iPhone grande, o que sólo es un lector digital creado por Apple, o un reproductor de música y vídeo, o cualquier cosa con una sola función, creo que estaríais pensando en pequeño — el equivalente de pensar que el iPhone sólo iba a ser un iPod con rueda de clic que podría hacer llamadas telefónicas. Creo que el Tablet no es ni más ni menos que la reformulación del ordenador personal, de la mano de Apple.
Después de que el iPad fuera presentado, recibí dos tipos de correos de mis lectores. El primer grupo me decía que estaban decepcionados porque esperaban que tuviera razón cuando dije que El Tablet sería la reformulación del ordenador personal, de la mano de Apple.
El segundo grupo me escribió para contarme lo emocionados que estaban porque tenía razón cuando dije que El Tablet sería la reformulación del ordenador personal, de la mano de Apple.
Apuntadme en el segundo grupo. Apple no ha tenido en cuenta absolutamente todo al crear el iPad, pero aquello en lo que han pensado, lo han pensado de veras. Recibí el mío el sábado por la mañana, y lo he estado usando desde entonces — o al menos el tiempo que he podido quitárselo a mi hijo. Esto es lo que pienso.
El aparato es muy muy muy rápido. Lo único que da la impresión de ser lento, por el momento, es el renderizado de páginas web. No porque sea más lento que en el iPhone — desde luego no es así, es mucho más rápido — sino porque el mucho más lento que en mi MacBook Pro. Cuando uno usa un ordenador moderno es fácil olvidar lo costoso que es el renderizado de HTML, en términos de potencia de cálculo.
Los gracioso es que el iPad, el términos brutos de procesador, es una máquina mucho más lenta que un Mac moderno. Pero el iPad funciona con una versión más sencilla del sistema operativo, y las aplicaciones también son más simples. Es como un corredor más lento que lleva menos peso y que puede ganar en una carrera contra un corredor más rápido pero que carga con más peso. Es por esto que muchas de las cosas que uno hace con el iPad funcionan más rápido en el iPad que en un Mac, o al menos esa es la impresión que da (que al final es lo que importa). Como, por ejemplo, al abrir aplicaciones. Las aplicaciones incluidas, y muchas de las aplicaciones de terceros que más he estado usando, están listas para utilizar al momento de abrirlas (los juegos no suelen carga de forma instantánea, pero lo mismo pasa en las consolas de alto rendimiento como la Xbox y la PS3).
Hay algo esencialmente extraño sobre lo rápido que parece ser el iPad, teniendo en cuenta lo poco potente que es comparado por un PC o Mac moderno. ¿Cómo puede parecer más rápido un ordenador con un procesador mucho más lento? Lo que Apple ha hecho es replantear varios aspectos fundamentales. El iPad fue diseñado desde el principio con un conjunto de prioridades distinto. Creo que Tim Bray lo resume bien:
Para tratarse de un dispositivo de 1 GHz con poca memoria, el iPad es absurdamente rápido. Sospecho que esto es responsable de buena parte de la reacción de enorme sorpresa que el iPad sin duda provoca.
Puesto que nada es gratis, creo que es realmente importante que comprendamos qué se ha sacrificado para lograr ese rendimiento. Apostaría a que se trata de alguna combinación de sistema de ventanas y memoria virtual. Suelo trabajar en muchas cosas a la vez, pero la verdad es que miro cosas en una rápida sucesión, y mis ojos sólo pueden centrarse en una cosa a la vez. Si el cambio de aplicaciones es lo suficientemente rápido, quizás deberíamos todos olvidarnos un poco del típico ratón.
El iPad (y el iPhone OS en todos los dispositivos) sin duda carece de memoria virtual. La única memoria que posee es la memoria RAM de toda la vida. La RAM es rápida y la memoria virtual es lenta. El sacrificio que hay que hacer es que sin memoria virtual, el iPad puede hacer muchas menos cosas al mismo tiempo, pero lo que haga nunca va a necesitar recurrir a la memoria virtual. Sin un sistema de gestión de ventanas, mover gráficos es más sencillo y rápido.
Apple ha hecho otros sacrificios especialmente significativos. La duración de la batería del iPad es directamente increíble. Todos los analistas de las publicaciones están obteniendo resultados reales de duración de la batería que superan las 10 horas prometidas por Apple. Esto es un logro tanto del software (que hace menos cosas y se esfuerza enormemente en evitar que el procesador consuma electricidad mientras el iPad está en uso) como del hardware — el despiece del iPad realizado por Fixit demuestra que, internamente, el iPad parece más una batería con ordenador que un ordenador con batería.
El iPad, hasta el momento, nunca se calienta. Navegas por un montón de páginas web. Reproduces unos cuantos vídeos. Juegas a un juego. Sigue estando tan frío al tacto como cuando está apagado. También es totalmente silencioso — ni ventiladores, ni zumbidos, nada. Es el futuro de la informática.
El iPad se diseñó con unas prioridades completamente distintas que las de los Macs o los PCs. Es posible que alguien llegue a crear un digno rival del iPad para el año que viene, pero no va a parecerse al Slate de HP, que funciona con Windows 7, un sistema operativo que resume las prioridades tradicionales del diseño de ordenadores.
El iPad también es muy asequible. Un precio de 500 dólares es difícil de creer. Aunque valiera el doble no dudaría en recomendarlo. Pero se han sacrificado cosas para llegar a este precio. La calidad del acabado no es una de ellas — el iPad parece perfecto al tenerlo en la mano. Pero sólo tiene 256 MB de memoria RAM — quizás la principal debilidad del hardware del dispositivo (ved la sección sobre Safari más abajo). Tiene una calidad increíble, pero claramente está diseñado para el mercado de masas. Cualquier que piense que Apple sólo fabrica productos caros ha perdido todo el contacto con la realidad. El “lujo asequible” es el segmento ideal para tener éxito en el mercado de masas actual, y Apple no deja de dar en la diana. De hecho, lo único que me quita el sueño sobre el iPad es si me pongo a pensar en un hipotético modelo Pro — imaginad lo que Apple podría incluir en un iPad que valga lo mismo que un MacBook Pro (el iPad Pro de mis sueños: el doble de resolución de pantalla y un gigabyte o dos de memoria RAM).
Su precio asequible se manifiesta también de otros modos. No se incluye nada más en la caja salvo el adaptador de corriente. El dock y la funda son artículos independientes, y ni siquiera incluye auriculares. Es como comprar un Honda en vez de un Acura — el modelo básico no viene “bien equipado”.
500 dólares es asequible pero no barato, y el iPad no aparenta ser barato en ningún aspecto. La calidad del acabado es magnífica. El cuerpo de aluminio mate hace que mi iPhone 3GS parezca de poca calidad. El iPad bebe más de los actuales iMacs que del iPhone. La unión entre el vidrio y el aluminio es casi perfecta. No es más que un trozo de aluminio y un trozo de vidrio — No existe un bisel cromado superfluo entre el vidrio y la parte trasera, como ocurre con todos los iPhones y iPod Touch hasta la fecha. Aún sin encenderlo parece estar un paso más allá de los iPhones y iPod Touch que hemos visto hasta la fecha.
Algo que está haciendo que a algunas personas les cueste entender el propósito del iPad es que nadie sabe decir para qué sirve exactamente. No pasaba lo mismo con el iPhone. La respuesta a la pregunta de para qué servía el iPhone original de 2007 estaba bien clara, se podía ver en la parte inferior de la pantalla de inicio del iPhone, en el “dock”: teléfono, correo electrónico, web, música y vídeo. La otras aplicaciones eran la guinda del pastel. Las cuatro aplicaciones del dock resumen aquello para lo que Apple diseñó el iPhone.
El iPad también tiene un “dock” en la pantalla de inicio, y las aplicaciones presentes por defecto en ese dock son claramente importantes: Safari, Correo, Fotos, iPod (que en el iPad sirve solamente para reproducir música). Pero algunas personas consideran al iPad fundamentalmente un lector electrónico. Otros lo consideran un dispositivo de juegos. Otros como un reproductor de vídeo. Ninguna de estas cosas están presentes en las aplicaciones incluidas por defecto en el dock del iPad.
La verdad es que el App Store es la aplicación diferenciadora. El iPad está pensado para cualquier cosa que pueda representarse en una pantalla táctil a color de 10 pulgadas. Allá por Enero, cuando jugábamos al juego “¿Qué nombre le va a poner Apple a su tablet?”, mi opción favorita con diferencia era “Canvas”. No estoy diciendo que Canvas (en español, lienzo) hubiera sido un nombre mejor que iPad, pero la palabra transmite perfectamente lo que es el iPad.
El iPad se convierte en la aplicación que estés usando. El hardware pasa tan desapercibido — no es más que una pantalla, la verdad — y el manejo de objetos y elementos del interfaz es tan suave y todo se hace tocando la pantalla, el hecho de que estás usando un acaba olvidándose. Estás usando la aplicación, sea la que sea, y mientras la estás usando, el iPad es esa aplicación. Cambias a otra aplicación, y el iPad se convierte en esa aplicación. Si eso no es magia, no sé qué es.
Lo mismo hizo Jürgen Schweize, de Cultured Code:
Steve Jobs dijo sobre el iPod que “todo gira en torno a la música”. Con el iPad, Apple ha hecho lo mismo por la informática personal que lo que hizo en su momento con el iPod: ha hecho que la tecnología desaparezca. Pero si el dispositivo y el sistema operativo se quitan de en medio, qué es lo que queda?
El iPad es un lienzo vacío que nos invita a que nos imaginemos qué es posible. Inspira a nuestra imaginación y hace que queramos crear, porque nunca antes pudimos crear software que estuviera tan cerca del usuario.
El hardware y el sistema operativo del iPad son profundamente humildes — toda la atención se centra en la aplicación que esté abierta.
Uno de los aspectos del iPad que resultan muy parecidos al iPhone es que cuando lo sacas de la caja por primera vez quiere que lo conectemos al Mac o al PC a través de USB y sincronizarse con iTunes. En cierto modo es comprensible. La sincronización por USB es la forma en que uno carga el iPad con música y fotos y transfiere cosas como las cuentas de correo y, si no usas MobileMe, tus contactos y calendarios. Pero en conjunto resulta algo retrógrado. Crea la impresión de que el iPad no es capaz de funcionar por su cuenta. Es un niño que aún necesita a sus padres. Pero no es un niño pequeño. Es más bien un adolescente. O casi. Hasta el punto de que de la impresión de que debería ser capaz de valerse por sí mismo.
Los dispositivos Android no tienen este problema. Se puede sincronizar un dispositivo Android con un ordenador a través de USB para transferir cosas como música y vídeos, pero no es imprescindible. Nada más sacarlo de la caja, un Nexus One está listo para funcionar. La gran ventaja de Google en este caso es que usan sus servicios online como el principal sistema de almacenamiento. La forma de Google de hacer las cosas es usar Gmail para el correo y los contactos y los Calendarios Google para los eventos. Uno no tiene más que indicarle al dispositivo Android la identidad de Google y la contraseña, y los correos, contactos y calendarios empiezan a sincronizarse de forma inalámbrica.
Apple tiene MobileMe, pero al ser un servicio de pago no pueden (o al menos no quieren) suponer que todos los usuarios de iPad lo van a utilizar. Pero incluso quienes sí usamos MobileMe nos vemos obligados a que nuestra primera experiencia con el iPad implique una conexión a través de USB con un ordenador. La forma de Apple de hacer las cosas es dar por sentado que el almacenamiento principal para este tipo de datos está en nuestro Mac o PC — Agenda y iCal. Como mínimo, este tipo de información debería poderse sincronizar entre iTunes (instalado en el Mac o PC) y el iPad a través de la red WiFi. Aplicaciones de terceros para iPhone OS como Things lo hacen de forma magnífica — no hay motivo para que iTunes y iPhone OS no sean capaces de esto mismo.
En el iPhone (y el iPod Touch; asumamos desde este momento que al decir “iPhone” me refiero a ambos), los iconos de las aplicaciones se muestran sobre un fondo negro. En el iPad están más separados entre sí, que es por lo que creo que Apple ha añadido el fondo de pantalla — haciendo que la pantalla de inicio del iPad se parezca más a un escritorio de Mac o Windows. El fondo de pantalla por defecto muestra un lago con unas montañas recortadas sobre el cielo de un atardecer. En el cielo se pueden ver las trazas dejadas por las estrellas, debido a la larga exposición de la fotografía. Y a primera vista estas trazas parecen ralladuras en la pantalla. Es una curiosa elección.
Se parece mucho al del iPhone, pero no es lo mismo. Al ser más grande no hay cajitas indicadoras que nos muestran qué tecla se ha pulsado. No son necesarias. La sensación es prácticamente como teclear en un iPhone muy grande.
Si estás en una postura que te permite colocar el iPad sobre el regazo o en una mesa, no es demasiado difícil teclear usando todos los dedos si tienes el iPad en posición apaisada (horizontal). Eso sí, personalmente no se acerca ni siquiera al peor teclado de tamaño completo o casi completo que he usado. Es imposible poner los ocho dedos sobre las teclas, y no puedes notar dónde están los bordes de las teclas. Uno tiene que mirar bastante al teclado mientras se escribe. En un teclado físico, casi nunca tengo que mirar las teclas. Pero para una pantalla táctil está bien.
Al estar en posición vertical puedo teclear en el iPad usando solamente los dos pulgares, al igual que en el iPhone. Eso sí, mis manos son algo grandes — no creo que la mayoría de la gente pueda hacerlo. Es esta posición, el teclado me resulta demasiado pequeño para teclear con todos los dedos. Al tenerlo el posición vertical supongo que la mayoría de la gente tecleará con un solo dedo.
Lo gracioso es que, en general, es más fácil teclear en un teclado grande que en uno pequeño. Por eso es más fácil teclear en un portátil grande que en uno compacto, y sin duda es por eso por lo que resulta más fácil escribir con el teclado apaisado del iPad en lugar del teclado en modo vertical. Pero en cierto momento, la curva se invierte y más pequeño significa más rápido. Escribo con mucha más rapidez en el iPhone usando el teclado más pequeño en orientación vertical que en el teclado mayor en posición horizontal. Em ambos modos uso únicamente los dos pulgares. Con el teclado más pequeño del iPhone, mis pulgares deben desplazarse menos entre teclas. Quienes no saben teclear demasiado bien con el teclado del iPhone, o que tienen pulgares muy grandes y por tanto les cuesta pulsar de forma precisa las teclas más pequeñas, podrían preferir el teclado más grande del iPhone que aparece en posición horizontal. Pero para mí ni siquiera está cerca. Nunca tecleo en posición horizontal en el iPhone.
Y de hecho (y esta es lo “gracioso” que mencionaba antes), tecleo más rápido en mi iPhone que en mi iPad. Esto es cierto sobre todo cuando el iPad está en posición vertical, que hace que el tamaño del teclado esté en tierra de nadie — demasiado pequeño para teclear con todos los dedos y demasiado grande para teclear con los pulgares. pero también es cierto cuando el iPad está en posición horizontal. Tengo la esperanza de que se trate de una cuestión de costumbre y de memoria muscular — tengo casi tres años de experiencia tecleando en el iPhone, y sólo dos días con el iPad. El viernes pasado vi a Andy Ihnatko teclear en su iPad con todos los dedos — que llevaba usando más de una semana — y escribía que se las pelaba.
Un problema con el que me he encontrado es que Apple ha cambiado sutilmente la distribución del teclado con respecto al del iPhone. En el iPhone, la tecla Borrar está en la parte inferior derecha, sobre la tecla Retorno. En el iPad está en la esquina superior derecha, y la tecla Retorno está junto a la tecla L. El iPad añade otra tecla Mayúsculas a la derecha.
La distribución del iPad está perfectamente pensada — estas dos teclas están situadas en el mismo sitio que en los teclados físicos tradicionales. Su extraña ubicación en el iPhone es un compromiso al que se han visto obligados debido a la falta de espacio en la pantalla del iPhone. Apple también ha añadido una nueva tecla al modo numérico/puntuación del teclado del iPad: Deshacer. Es una buena idea — me da la sensación de que la mayoría de los usuarios del iPhone no conocen el gesto disponible en todo el sistema operativo de agitar-para-deshacer, e incluso para los usuarios que lo conocen, el iPad es más difícil de agitar (y cuando está conectado al dock, directamente resulta ridículo agitarlo). Pero esta nueva tecla Deshacer cambia de posición las teclas punto y coma dos posiciones a la derecha. La distribución del teclado del iPhone está tan profundamente afianzada en mi mente que estos cambios me causan problemas — no dejo de darle a la tecla (nueva en el iPad) derecha de Mayúsculas cuando quiero darle a Borrar, y no dejo de darle a Deshacer cuando intento escribir un punto. Estoy seguro de que pronto me acostumbraré, pero encuentro interesante que mi memoria muscular a la hora de teclear en el iPad se base en el teclado del iPhone en lugar de basarse en los teclados normales. Creo que esto es así porque realmente da la impresión de ser un teclado grande de iPhone.
No tengo (ni encargué) el dock con teclado para el iPad, pero he estado usando un teclado bluetooth de Apple. De hecho lo estoy usando para escribir todo este análisis. Funciona estupendamente. Emparejar el teclado (a través de la aplicación Ajustes del iPad) es fácil y rápido. Y funciona de miedo. Varios atajos de teclado esenciales para la edición existentes en Mac OS X funcionan el todo el sistema operativo del iPad: Comando-Z, -X, -C y -V sirven para Deshacer, Cortar, Copiar y Pegar. Comando-A sirve para Seleccionar Todo.
Se pueden usar los cursores para cambiar el punto de inserción de texto. La combinación de Opción-Cursor sirve para desplazar el punto de inserción palabra por palabra. Comando-Izquierda/Derecha desplaza el punto de inserción al principio/fin de la línea actual; Comando-Arriba/Abajo mueve el punto de inserción al principio/fin del campo de texto actual — que, en el caso de una aplicación como Pages, es el principio/final del documento. Si dejamos pulsado Mayúsculas, el rango de selección se amplía, y esto funciona en conjunción con las teclas Opción y Comando, como sería de esperar. (Algunos de los atajos de teclado estilo Emacs típicos de Cocoa también funcionan: por ejemplo, Control-K (matar) y Control-H (retroceso)).
Ciertas teclas de función del teclado bluetooth resultan útiles en el iPad. Las teclas de brillo controlan el brillo de la pantalla del iPad. Las teclas de volumen (y silencio) funcionan. Los botones de reproducción — reproducir/pausa, siguiente, anterior — sirven para controlar la aplicación iPod.
Por defecto, una vez que has empezado a emplear un teclado hardware, el teclado en pantalla no vuelve a aparecer, lo que es estupendo, porque de este modo toda la pantalla sirve para mostrar contenidos. Pero si se quiere usar el teclado en pantalla mientras hay activo un teclado hardware, se puede mostrar pulsando la tecla Expulsar del teclado. La tecla Esc descarta la sugerencia propuesta por la función autocompletar — es como tocar la pequeña “x” que hay junto a la sugerencia que aparece bajo la palabra que se está escribiendo.
Mientras hay un teclado conectado se puede despertar el iPad tocando cualquier tecla — pasando totalmente por alto la pantalla de desbloqueo del iPad. Muy bien pensado.
El iPad es fundamentalmente un dispositivo con pantalla táctil. No se necesita para nada un teclado físico. Pero si tienes pensado escribir bastante con él (y por razones vocacionales obvias, en mi caso pienso hacerlo), vas a querer un teclado. Hay varias partes del interfaz del iPad en los que habría querido que el teclado pudiera usarse pero no era el caso. Por ejemplo, las sugerencias del campo de dirección de Safari. En el Mac se pueden usar los cursores de arriba y abajo para moverse por la lista de sugerencias. En el iPad hay que tocar para seleccionar una sugerencia de la lista. Puesto que ya están tecleando si estás introduciendo una URL, la situación pide a gritos que funcionen los cursores (lo mismo se aplica a las sugerencias del campo de búsquedas en Google que hay en Safari). La tecla Esc no hace que los popovers desaparezcan, aunque posiblemente eso no importe. Es posible invocar un popover tocando en la pantalla, así que parece sensato que también haya que hacerlos desaparecer tocando la pantalla.
La tecla Tabulador puede usarse para moverse por campos de texto; Mayúsculas-Tabulador hace que nos movamos a la inversa. (Al usar el teclado hardware me encuentro a mí mismo pulsando Comando-Tabulador, sin pensarlo, cada vez que quiero cambiar a otra aplicación; no tiene ningún efecto en el iPad).
La pantalla del iPad es, en general, fantástica. Los colores son brillantes y (a diferencia de la pantalla OLED del Nexus One) fieles a la realidad. Las fotos y los vídeos tienen un aspecto genial. Las pulsaciones en la pantalla parecen totalmente precisas. El vidrio tiene un tacto estupendo. El ángulo de visión es sorprendentemente bueno. Se puede dejar el iPad sobre una mesa mientras comes o bebes y se ve perfectamente aunque esté en un ángulo bastante sesgado — mucho más que con el iPhone. Todo esto de las pantallas IPS es lo mejor que hay; desearía que los iPhones que aparezcan este año tengan una pantalla IPS.
La única queja que tengo sobre la pantalla es que la resolución en píxeles no es demasiado densa. La pantalla de 1024 × 768 del iPad tiene una resolución de 132 píxeles por pulgada. La pantalla de 640 × 320 del iPhone tiene una resolución de 163 píxeles por pulgada. La diferencia no es enorme, pero la verdad es que se nota. El texto se ve más definido en el iPhone que en el iPad, y el renderizado de texto no alcanza ni siquiera la resolución del texto en un periódico, así que no de lejos alcanza la del texto impreso en revistas.
(Aquellos de vosotros que dudéis que la resolución en píxeles por pulgada es baja, esperad ver el renderizado de texto en los nuevos iPhones que aparezcan este verano).
El iPad es tan bueno como navegador web que, si eres un adicto a la web, todas las demás cosas que el iPad puede hacer son sólo extars. Es muy bueno. Eso sí, estoy tan acostumbrado al Safari del iPhone, que tiene la barra de herramientas en la parte inferior, que me está costando adaptarme a tenerla en la parte superior. No digo que sea una mala decisión por parte de Apple. De hecho, el manual del interfaz del iPad es muy explícito al indicar que las barras de herramientas en el iPad deberían estar en la parte superior, no en la inferior — lo que me hace pensar que Apple pensó sobre esto, hizo pruebas y llegó a la conclusión de que colocarlas en la parte superior funciona mejor con el diseño del iPad. Lo que ocurre es que uso mucho Safari en el iPhone, y estoy muy acostumbrado a la situación actual de los botones.
Al crear una nueva página en Safari en el iPad, el cursor de texto se va por defecto al campo de búsqueda en Google, en lugar de irse al campo de la URL. Esto es un cambio respecto a las versiones de Safari para Mac OS X y para el iPhone. Creo que cuesta acostumbrarse a esto, pero entiendo que pueda ser un diseño para la mayoría de los usuarios. Por otra parte, así se hace que el motor de búsqueda por defecto sea una parte más esencial de la experiencia de navegación.
Hacer zoom y desplazarse con el dedo son gestos esenciales, al igual que ocurre en el iPhone. Arrastrar con el dedo sirve para hacer scroll; ahí no hay sorpresas. Hacer zoom, eso sí, puede resultar una sorpresa. No hace tanto tiempo, 1024 × 768 se consideraba una gran resolución para la navegación web. Pero: lo que importa en el iPad (y el iPhone) no es el número de píxeles de la pantalla, sino el tamaño físico. Una diagonal de 9,7 pulgadas es un poco pequeña para un navegador web sin zoom. Pero la acción de realizar zoom — ya sea mediante de un doble toque o el gesto de pellizcar — es tan fluida, rápida y natural que la experiencia resulta mejor, no peor, que la típica navegación web en un ordenador.
No obstante, hay una grave problema en Safari para el iPad: la falta de memoria. MobileSafari para el iPhone siempre ha permitido abrir hasta ocho páginas a la vez. Intenta manternelas todas abiertas de verdad, en la memoria RAM, de modo que podamos cambiar con rapidez entre ellas. Pero cuando se queda sin memoria empieza a borrar algunas páginas de la memoria. No olvda la URAL de esas páginas, y en versiones recientes guarda una miniatura estática de la págian ya renderizada, pero al volver a esas páginas que han sido eliminadas de la memoria, MobileSafari debe volver a cargarla — por tanto hay que esperar a que los contenidos de la página se descarguen y que la página se renderice (lo que — el rendering, esto es — suele tardar más que la propia descarga). Se nota mucho. Cambiar entre páginas no eliminadas en Safari es instantáneo. Pasar a una página que ha sido eliminada de la memoria lleva tanto tiempo como abrirla de nuevo.
Wolf Rentzsch, que enlazaba a esta queja de Peter-Paul Koch, escribió un pequeño resumen técnico de las razones por las que Apple podría haber diseñado de este modo MobileSafari (tened presente que el iPhone OS no usa memoria virtual; debido a esto, la memoria RAM está muy limitada).
Este problema de eliminación de páginas mejoró mucho con el iPhone 3GS. El iPhone original y el iPhone 3G tenían sólo 128 MB de RAM. El 3GS tiene 256. La capacidad de MobileSafari de mantener más páginas en memoria es probablemente lo que más me gusta del 3GS.
El iPad también tiene 256 MB de RAM. Pero según mi propia experiencia, el Safari del iPad no es capaz de mantener abiertas tantas páginas abiertas como mi 3GS. De hecho, a veces parece que sólo puedo tener abierta una, y cada página abierta a la que cambio vuelve a cargarse por completo. Esto resulta más que molesto — puede provocar pérdida de datos si tienes un formulario pendiente de envío en una página “abierta” en el Safari del iPad. Me he topado con este problema al publicar artículos a Daring Fireball desde el iPad — el interfaz de publicación que uso es un formulario web. Cuando quiero enlazar a la página actual, abro un bookmarklet que lanza una nueva página con los campos título y URL del formulario de publicación de DF definidos como el título y URL de la página desde la que invoqué dicho bookmarklet. Con frecuencia, no obstante, necesito volver a la página a la que estoy enlazando para copiar otra URL o para citar un fragmento de texto. Ya me ha pasado en dos ocasiones que al volver al formulario de publicación éste ha sido eliminado y debe volver a cargarlo por completo — en cuyo caso pierdo cualquier cosa que ya hubiera escrito. Nunca me he encontrado con este problema con mi iPhone 3GS al cambiar entre dos páginas abiertas en Safari.
El problema también es grave con las aplicaciones web basadas en AJAX, que no suelen diseñarse pensando en las ocasiones en las que se recarga la página completa.
Espero que esto mejore de forma significativa con una actualización del software del iPad, pero me preocupa que sea endémico — que debido a que la pantalla del iPad es mucho mayor que la del iPhone, MobileSafari debe asignar bastante más memoria por página a los framebuffers. Puede que simplemente 256 MB de RAM no sean suficientes para que MobileSafari mantenga en memoria más de dos o tres páginas. En este caso, Apple no tiene más remedio que considerar la opción de usar memoria caché u otro método en lugar de eliminar por completo páginas cargadas que ya no caben en memoria.
Escribí el primer borrador entero de más de 4.000 palabras de este artículo en mi iPad usando Pages.1 No empleé ninguna de las herramientas de formato o maquetación — lo usé más como editor de texto que como procesador de textos. Es bastante útil. Lo que más me gusta es que se abre muy rápidamente. Cambiar por ejemplo entre Pages y Safari y de vuelta a Safari para copiar y pegar una URL da más la sensación de cambiar entre aplicaciones que de salir de una, abrir otra, salir de esta otra y volver a abrir la primera. No necesitas guardar de forma manual (y tampoco puedes hacerlo). Hagas lo que hagas en un documento simplemente permanece de forma automática. Cuando vuelves a la lista de documentos se presentan como miniaturas grandes — de forma muy parecida a como se muestran las páginas abiertas en Safari.
La barra de herramientas y la regla de Pages son sólo visibles cuando el iPad está en posición vertical. En modo apaisado desaparece todo el interfaz. No es más que un editor a pantalla completa, al estilo de WriteRoom. Estoy escribiendo este artículo en este modo de pantalla completa (apaisado), con mi iPad sujeto de pie en una mesa con la funda de Apple para el iPad. Es muy útil para trabajar, y sinceramente me imagino dejando el MacBook en casa para futuros viajes; eso sí, teniendo unas cuantas aplicaciones más en el iPad (por ejemplo, un buen cliente SFTP).
Pero cuando digo que no hay interfaz en el modo apaisado quiero decir que no hay nada. Pages tiene una sencilla función de buscar y reemplazar, pero solamente se puede invocar en modo vertical (debo haberla dado más de diez veces a Comando-F, pero nada de nada).
Ya están empezando a registrarse quejas de que las aplicaciones de iWork no contienen todas las funciones de las versiones para Mac — si abrimos en el iPad un archivo creado con una versión de Pages/Numbers/Keynote para Mac, es posible que algunas funciones del documento hayan desaparecido (las aplicaciones para el iPad muestran una alerta que avisa de qué aspectos del documento se han cambiado o eliminado).
Otra forma de verlo, por otra parte, es que las aplicaciones de iWork para el iPad son para sus correspondientes versiones para Mac lo que el iPad en conjunto es al Mac — algo más simplificado, más especializado, pero más rápido en algunos aspectos. Pages se abre y está listo para usarse mucho más rápido que en mi MacBook Pro. Al escribir este análisis he estado pasando varias veces entre Pages y Safari. No da la sensación de salir de Pages, abrir Safari, copiar una URL, salir de Safari y volver a abrir Pages. Se parece más a cambiar de aplicación — se tarda sólo un momento tras tocar el icono de Pages en la pantalla de inicio en volver al punto en el que estaba en mi documetno abierto. (Mi única queja es que se pierde la posición del punto de inserción al salir de Pages y volver a abrirlo — el documento se vuelve a abrir donde lo dejaste, pero debes tocar en la pantalla para colocar el punto de inserción. Al cambiar de aplicación varias veces esto llega a hacerse algo tedioso).
Por supuesto ni de lejos estoy escribiendo un análisis detallado de Pages, pero puedo decir sin dudarlo que vale el precio de 10 dólares.
Sí que hay, no obstante, una grave carencia inherente a la suite de aplicaciones de iWork para el iPad: la sincronización de documentos entre el Mac y el iPad. Es algo totalmente enrevesado. Para resumirlo, la única forma a editar en el iPad un documento que fue creado en el Mac, o viceversa, es realizar un complicado proceso de exportarm copiar, sincronizar o descargar, e importar.
Ted Landau ha documentado ampliamente la situación al completo en este artículo publicado en The Mac Observer. Leedlo y llorad.
Todo se resume en que realmente no hay sincronización. La sincronización real es algo como el IMAP para el correo, o el modo en que MobileMe gestiona los calendarios y los contactos. Cuando leo unos cuantos mensajes nuevos de correo en el iPad o el iPhone, al ponerme a usar mi Mac, esos mensajes ya están marcados como leídos en mi bandeja de entrada. No tengo que hacer nada en el Mac para que esto ocurra. Es simplemente el funcionamiento de IMAP. Puedo añadir un nuevo calendario en el Mac, dejar el ordenador, sacar el iPhone del bolsillo , y el evento está ahí. Puedo añadirle una nota a ese evento usando el iPhone, y pasados unos momentos la nota se habrá sincronizado con el evento en mi Mac.
Algunas de mi aplicaciones favoritas para el iPad y el iPhone se sincronizan también de esta forma. Cuando leo varios elementos de mis suscripciones RSS con NetNewsWire en el iPad, quedan marcados como leídos en mi Mac. Mientras uso el Mac en mi despacho, puedo enviar un artículo largo a Instapaper. Voy al piso de abajo, cojo el iPad, me siento en el sofá, abri la aplicación Instapaper para el iPad, y unos segundos más tarde ahí tengo el artículo que acabo de añadir a mi lista de Instapaper. Este es el tipo de flujo de datos que hace que me sienta como si viviera en el futuro — usar varios dispositivos para ver, editar y modificar los mismos datos. No me importa dónde está cada copia de mis datos. Desde un punto de vista conceptual está ahí, en las aplicaciones, y éstas se encargan del trabajo duro de sincronizar los cambios realizados en otros clientes.
El flujo de datos en estas aplicaciones de iWork no se parece en nada a lo que acabo de comentar, y debería serlo para que resulten verdaderamente útiles. No importa lo bueno que sea el interfaz para visualizar y editar hojas de cálculo en Numbers para el iPad si no tengo disponibles mis hojas de cálculo. Os cuento un ejemplo. Guardo el calendario de los patrocinadores del RSS de Daring Fireball en un documento Numbers. Lo que me gustaría poder hacer en mi iPad es abrir Numbers y acceder a la última versión de esa hoja de cálculo. Pero la única forma en que puedo hacer esto hoy en día sería dando los siguientes pasos cada vez que hago un cambio al documento en mi Mac:
Aún después de haber dado todos estos pasos, cuando quiero abrir este archivo en mi iPad debo tener en cuenta que no debo abrir la última versión del archivo incluida en la lista “Mis Documentos” de la aplicación Numbers para el iPad, sino que tengo que acordarme de que antes debo importar la última versión desde la lista de archivos compartidos de Numbers a la lista “Mis Documentos” de Numbers.
Y, de nuevo, es responsabilidad mía tener presente en que máquina, el Mac o el iPad, está la versión más reciente del archivo. Como mínimo se trata de una garantía de desastre, y aunque no te equivoques haciendo sin darte cuenta cambios importantes a una versión antigua del documento presente en ambas máquinas, tienes que enfrentarte a un flujo de trabajo absurdamente y sorprendentemente enrevesado cada vez que quieras hacer un cambio al documento.
La conclusión, obviamente, es que ni por asomo alguien va a usar estas aplicaciones de iPad del modo que acabo de describir.
En su estado actual sólo me resultan de utilidad de dos formas. En primer lugar, puedo imaginarme usando Pages en el iPad para redactar documentos nuevos originales — artículos para Daring Fireball — mientras estoy usando el iPad. Los terminaré en la aplicación y copiaré el texto para pegarlo después en el interfaz de publicación de DF, o bien enviaré el borrador a mi Mac para seguir editándolo (que es lo que hice con este mismo artículo). También puedo imaginarme diseñando presentaciones en Keynote en el Mac y después moverlas, una única vez, al iPad, y llevarme solamente el iPad a la presentación — básicamente usando Keynote, Numbers y Pages en el iPad como visores de documentos ya terminados (y resulta útil que permitan realizar cambios si ves un error o quieres hacer un cambio de última hora).
Pero es imposible usar estas aplicaciones como clientes junto a las versiones correspondientes para Mac de forma habitual.
El tipo de sincronización inalámbrica que imagino para iWork es, lo admito, un problema difícil de resolver. Pero las malas noticias para Apple es que su principal competidor en este ámbito tiene una solución: Google Documents. Con Google Documents no hace falta hacer copias, importar/exportar, sincronizar de forma manual o conectar por USB si quieres editar una misma hoja de cálculo desde varias máquinas. Basta con realizar los cambios en una máquina, y cuando vuelvas a abrir el documento en otro ordenador los cambios ya están ahí.
El flujo de trabajo de iWork es directamente antediluviano. No es pre-Nube, es pre-Internet. Es lo mismo que el antiguo flujo de trabajo de “¿Quién tiene la última versión de este archivo?” de la época en la que copiábamos archivos entre ordenadores usando disquetes.
¿Para qué sirve iWork.com sino para resolver este problema? Al menos iWork.com te permite evitar que conectar físicamente las dos máquinas a través de USB para pasar un documento del Mac al iPad (o viceversa), pero desde un punto de vista conceptual no resulta mejor que la compartición de archivos a través de iTunes. Cuando envías un archivo a iWork.com (desde el Mac o el iPad) estás subiendo una copia, una instantánea del estado del documento en ese momento. Tras realizar más cambios, tienes que subir otra vez los cambios a iWork.com. Y para que estén en otro dispositivo, debes importarlo de forma manual — haciendo otra copia más.
Lo que deberíamos poder hacer es especificar que iWork.com sea la ubicación de almacenamiento compartido para un documento de iWork. iWork.com no cumple ninguna de estas funciones hoy en día.
Ya anticipé que sería una experiencia cutre ejecutar aplicaciones de iPhone no optimizadas para el iPad — como ejecutar aplicaciones de Mac OS 9 en Mac OS X — y estaba en lo cierto. No está tal mal para juegos — los contornos se ven dentados, pero eso es algo habitual en los juegos. Sin embargo, las aplicaciones normales tienen un aspecto raro y producen una sensación extraña. Cuando las ejecutas al doble de su tamaño el texto no se reescala de forma dinámica — todo tiene el doble de píxeles. Es una buena forma de demostrar que el iPad no es “sólo un iPhone grande”, por otra parte.
La única aplicación de iPhone que acabé usando en el iPad es Simplenote, para copiar y pegar fragmentos de texto entre el iPad, el Mac y el iPhone. No tengo que decir que me encantaría disponer de una versión de Simplenote optimizada para el iPad.
La aplicación iBooks es gratuita, pero no viene incluida por defecto con el iPad — hay que descargarla del App Store. Apple no ha explicado el motivo de hacerlo así, pero se me ocurren varias razones. Por ejemplo, los derechos de los libros electrónicos se gestionan de forma individual en cada país — parece posible que la tienda iBooks no estará disponible en todos los países en los que el iPad estará pronto a la venta. Hacer que sea una aplicación del App Store también permitirá a Apple actualizarla cuando le interese — las aplicaciones de sistema incluidas en el dispositivo sólo se actualizan al actualizar el sistema operativo entero.
Así que, en muchos sentidos, la aplicación iBooks está al par de otros lectores de libros electrónicos disponibles en el App Store, especialmente la aplicación Kindle de Amazon. Pero iBooks sí que tiene un trato especial — la primera vez que abrí el App Store en mi iPad me mostró un cuadro de diálogo preguntándome si quería descargar la aplicación gratuita iBooks. Es imposible pasarla por alto. La aplicación iBooks también tiene controles para ajustar el brillo de la pantalla que no están disponibles en las APIs públicas.
El libro Winnie the Pooh viene incluido de forma gratuita, y es una elección genial — es un relato muy querido por la gente, una buena lectura, y lo mejor de todo (desde el punto de vista de Apple) no se puede leer correctamente en el Kindle ya que las ilustraciones a color son una parte importante de la experiencia. Ningún libro tendrá un aspecto tan bueno como este en el Kindle. El Kindle tiene sus propias ventajas, eso sí — los libros suelen ser más baratos, la selección de títulos es mayor, y la tinta electrónica funciona mejor al leer cuando hace sol — pero Winnie the Pooh simboliza las ventajas del iPad.
La animación del cambio de página en iBooks es marvillosa — no sólo sigue de forma precisa el movimiento del dedo, sino que además muestra cómo se transparenta ligeramente el texto en el lado contrario de la “hoja”. Aquellos que buscan lo práctico simplemente pueden tocar los bordes izquierdo y derecho de la pantalla para pasar de página.
La aplicación nativa Kindle para el iPad también es buena. Es extraño, pero me resulta superior a su reciente versión para Mac en todos los aspectos. Tiene mejor aspecto, su uso es más agradable, el texto se visualiza mejor y tiene más funciones. Digo que es extraño porque el iPad fue anunciado hace sólo dos meses; Mac OS X fue anunciado hace más de una década. Sospecho que parte del motivo por el que la versión para Mac está tan limitada es que les preocupaba más impedir que los usuarios de Mac eliminaran la protección DRM a los contenidos para el Kindle que lo que les preocupaba hacer que la aplicación para Mac fue realmente una aplicación que uno quisiera usar.
El Kindle no muestra animación al pasar de página, pero eso no importa mucho. Es magnífico para leer. Y el as en la manga que tiene Kindle, por supuesto, es la mayor selección de libros en su tienda — cientos de miles frente a las decenas de miles de Apple. El otro día compré When the Game Was Ours, un libro de Larry Bird y Magic Johnson, que acaba de aparecer. No está disponible en la tienda iBooks.
O sea, la ventaja del Kindle es la mayor cantidad de títulos (y en segundo término su precio). La ventaja de iBooks es la pantalla a color. Me sorprendería enormemente que toda la publicidad de Apple sobre iBooks no conste enteramente de pantallas con libros que contengan ilustraciones a color, fotografías y vídeos. Creo que le resultará más fácil a Apple ampliar la selección de títulos en iBooks que lo que le costará a Amazon crear un modelo de Kindle con una pantalla a color. Creo que Amazon haría bien en añadir color a los libros electrónicos de Kindle para cuando se lean en un iPad o un iPhone. Kindle tiene más posibilidades de éxito como plataforma de software que como plataforma de hardware.
Dado que la mayoría de aplicaciones nativas para iPad existentes actualmente en el App Store fueron desarrolladas usando únicamente el simulator por programadores que no tenían acceso a iPads de verdad, es de esperar que las aplicaciones tengan fallos y que sus interfaces sean algo torpes. He podido constatar que lo de los fallos es cierto, pero la verdad es que los interfaces son buenos. Creo que los prototipos físicos que los programadores improvisaron para su propio uso han resultado rentables en términos de diseño. No hay duda de que los interfaces van a cambiar rápidamente a lo largo de las próximas semanas ahora que los desarrolladores tienen iPads de verdad con los que comprobar la sensación que da usar sus propias aplicaciones, aunque en las que más he estado usando los interfaces ya son cojonudos.
En cuanto a los fallos, no estoy diciendo que sea inexcusable ni sorprendente — el simulador del SDK no proporciona una simulación perfecta. Varios de los fallos que he detectado sólo se dan al ejecutar las aplicaciones en un iPad de verdad.
No obstante, en conjunto la calidad de las aplicaciones para el iPad disponibles el día de su lanzamiento es mejor, de lejos, de lo que esperaba, teniendo en cuenta que los programadores tuvieron que crearlas a tientas, por así decirlo.
Los precios, de momento, son bastante más altos que para las aplicaciones de iPhone — aunque siguen siendo mucho más baratos que las aplicaciones equivalentes para Mac. Por ejemplo, NetNewsWire cuesta 10 dólares (y va a subir a 15 dólares en Mayo); Things cuesta 20 dólares; y OmniGraffle cuesta 50. Sin duda van a aparecer aplicaciones para el iPad de 99 centavos que se harán enormemente populares, pero también se está perfilando como una plataforma seria para aplicaciones serias. Los juegos son un poco más caros, pero me parece algo razonable.