Cómo desterrar la percepción de que iPhone OS es demasiado cerrado

Jason Snell insta a Apple a que permita otras vías de instalación de aplicaciones nativas para el iPhone:

No creo que la empresa deba dejar de controlar qué aplicaciones pueden aparecer en el App Store. Lo único que Apple debe hacer es añadir una nueva función, que puede estar escondida dentro de la aplicación Ajustes, que haga lo mismo que la opción ya existente en los dispositivos Android: una opción que permita al usuario instalar aplicaciones de “fuentes desconocidas”. Si un usuario intentara activar esta opción, se le mostraría una intimidante advertencia que le avise de que estas fuentes de software pueden no ser fiables, y que instalar sus programas podría causar inestabilidad del sistema, cuelgues, pérdida de información o lo que sea. Algo que dé miedo.

La mayoría de usuarios jamás dará con ese ajuste. Gran parte de quienes den con él dudarán en activarlo. Pero al posibilitar esto, Apple le cerraría inmediatamente la boca a todo aquel que afirme que el iPhone no es abierto.

Personalmente vería con buenos ojos algo así, pero no creo que tuviera el efecto que Snell cree. Lo que defiende Snell es que Apple debería dar este paso para acabar con el argumento de que el iPhone es demasiado cerrado. Pero si Apple hiciera justo lo que dice Snell, los críticos seguirían atacando lo cerrado del App Store. Quienes critican el iPhone raramente dejan que la realidad se interponga en su camino.

Al principio del mismo artículo, Snell escribe:

El otro día hablaba con un colega, un tío inteligente que evidentemente trabaja en las industrias de la tecnología y de los contenidos, pero que no se dedica a los aspectos técnicos. Se podría decir que es un consumidor de tecnología moderadamente informado, y le estaba enseñando mi nuevo iPad. Su respuesta fue sorprendente: me dijo que estaba interesado en comprar un iPad, pero que necesitaba leer archivos PDF, y que como Apple sólo permitía usar sus propios formatos de archivo, no tendría sentido comprarse uno.

Por supuesto que el iPad lee archivos PDF, le dije. Se sorprendió. ¿Puedo cargarle mis propios vídeos y mi propia música, o sólo cosas que compre a Apple? Desde lugo, le dije, puedes meterle tus vídeos y tu música. Pude desmentir todas y cada una de las cosas que le preocupaban del iPad.

Si hay gente que cree que el iPad no puede leer PDFs o reproducir música y vídeos que no hayan sido comprados en el iTunes Store, seguro que también habrá gente que crea que sólo se pueden instalar aplicaciones del App Store aunque existiera la opción de instalarlas desde otras fuentes, tal y como sugiere Snell.

La cuestión de si el App Store es demasiado cerrado no es lo que Snell está discutiendo en su artículo. Está hablando sobre que la gente percibe que el iPhone OS es “demasiado cerrado”, incluso en algunos aspectos en los que en realidad es totalmente abierto. El App Store es estupendo y muy popular, pero iPhone OS es más que el App Store.

Una mejor estrategia para Apple sería dar mejor a conocer los aspectos en los que el iPhone es abierto. Dejar claro que se puede reproducir música en formato MP3 sin importar su procedencia. Dejar claro que se lo mismo ocurre con los vídeos en formato H.264.

Y por encima de todo, Apple debe hacer más hincapié en las posibilidades de las aplicaciones móviles hechas con HTML5, y que tales aplicaciones son totalmente abiertas para programadores y usuarios por igual. Usando la metáfora del jardín amurallado, Apple debe conseguir que más gente sepa que frente al precioso jardín amurallado del App Store, controlado y regulado estrechamente, hay un estupendo parque público abierto a todo el mundo.

Una aplicación web, como rezaba la sugerencia de Eric Meyer a la que he enlazado antes, no debe proceder de Apple, ni procederá de Apple. Apple debería publicar un directorio de aplicaciones HTML5 de gran calidad que funcionen bien en el iPhone y el iPad — y presumir más de HTML5, WebKit y la situación de iPhone OS como mejor plataforma existente para contenidos web móviles totalmente abiertos.