Clive Thompson habla del mayor caso de vaporware en la historia de los videojuegos:
Por supuesto, es un dilema al que todos los artistas se enfrentan. ¿Cuándo deja uno de crear y expone su obra al público? Muchos directores de Hollywood han retrasado proyectos durante meses, perdiendo el tiempo indecisos en la sala de edición. Pero en los videojuegos el problema es especialmente acusado, porque cuanto más te retrases, más anticuada empieza a parecer tu creación — y empieza a existir la posibilidad de que tengas que echarlo todo abajo y empezar de nuevo. Todos los diseñadores de videojuegos saben esto, de modo que eligen un momento para dejar de hacer mejoras — para “cerrar el juego” — después de lo cual se pasan un año de locos dándole los últimos toques. Pero parece que Broussard nunca estuvo dispuesto a dar ese paso.