El New Yorker ha puesto a disposición del público todos los relatos del autor que estaban en sus archivos. Fantástico.
Siempre he tenido la esperanza de que Salinger no hubiera dejado de escribir, que solamente hubiera dejado de publicar. Y de que exista una caja de seguridad con algunos manuscritos y instrucciones para su publicación póstuma. Una caja de seguridad secreta y solitaria con una — dos, me atrevería a desear — de las mejores novelas jamás escritas. No quiero perder la esperanza.