Adam Engst da en la diana:
El hardware pasa tan desapercibido — no es más que una pantalla, la verdad — y el manejo de objetos y elementos del interfaz es tan suave y todo se hace tocando la pantalla, el hecho de que estás usando un acaba olvidándose. Estás usando la aplicación, sea la que sea, y mientras la estás usando, el iPad es esa aplicación. Cambias a otra aplicación, y el iPad se convierte en esa aplicación. Si eso no es magia, no sé qué es.
Es la mejor descripción que he visto de la experiencia de usar un iPad.